Por: Diana Rodríguez
Cartagena
amaneció ese fin de semana entre el brillo del turismo y la sombra del olvido.
Mientras las calles del centro histórico se preparaban para recibir cruceros y
cámaras internacionales, otro tipo de cámaras más pequeñas, más tercas, más
libres se encendían en el Centro de Convenciones: las de los periodistas
comunitarios, alternativos y digitales que llegaron desde los barrios, los
cerros, los resguardos y las esquinas del país donde el micrófono aún tiene
polvo de tierra.
El Segundo
Congreso de Periodistas Comunitarios, Alternativos y Digitales no fue una feria
de logos ni una pasarela de medios grandes. Fue un acto de resistencia
comunicativa, una asamblea de voces que se niegan a que la verdad siga
dependiendo del presupuesto publicitario o del clic fácil.
Los paneles
hablaron de sostenibilidad, pero en el fondo el tema era otro: la sobrevivencia.
Sobrevivir en un ecosistema mediático donde la pauta pública se concentra en
los mismos medios de siempre; donde informar sin patrocinador es casi un delito
y donde el periodismo de barrio aún debe justificar su existencia ante los
despachos distritales.
Hubo, sin
embargo, una energía distinta: la del encuentro entre medios que no compiten,
sino que se tejen. Se escucharon testimonios de reporteros del Cauca que narran
la guerra desde los cultivos, de colectivos del Catatumbo que producen podcast
sin electricidad, de mujeres comunicadoras del Caribe que transformaron sus
radios comunitarias en escuelas de periodismo popular.
El debate
sobre lo digital no fue un asunto de tecnología, sino de autonomía. “Un celular
no es solo una herramienta —dijo una periodista de Ciudad Bolívar—, es la
trinchera desde donde le hablamos al poder sin pedirle permiso”. Y esa frase,
repetida y aplaudida, pareció resumir todo el congreso.
En los
pasillos, algunos participantes cuestionaron la incoherencia de las
instituciones que promueven la “comunicación comunitaria” mientras reducen los
fondos de participación o centralizan la pauta en los medios comerciales. La
crítica fue directa, sin solemnidad, con el mismo tono que usan en sus radios
locales: claro, firme, sin miedo.